lunes, 30 de noviembre de 2015

Lunática.

-Nunca has sido una persona típica, normal, común- eso me dicen, ya les creo.
Desde pequeña detestaba que me impusieran lo que debía o no hacer, siempre contradije las normas y los estereotipos, a veces por mera rebeldía pero en su mayoría porque no estaba de acuerdo. No es que vaya por el mundo con vestimenta extravagante o un montón de rarezas en mi cuerpo y estilo, no. De hecho me gusta pasar desapercibida. A lo que la gente se refiere es a mi personalidad, a lo que yo me refiero es a mi pensar.

La verdad no sé cómo he llegado hasta aquí, supongo que todo se ha ido dando. Quizá tengo tantas vidas como un gato o sólo gozo de buena suerte, a veces; es que mi suerte puede ser la mejor de todas o la equivalente a una persona supersticiosa que pasa por debajo de una escalera, rompe cinco espejos y riega la sal en su casa. No sé si creo en esas cosas, creo que es como mi fe en dios: sólo cuando estoy en aprietos creo en lo que sea que deba creer para salir a flote. Es parte de la naturaleza humana, creer. Creer es mi amuleto o mi cruz, según sea el caso.
Pero lo que realmente creo, es que comienzo a perder la cabeza: demencia bienvenida. Mis obsesiones cada vez se marcan más, mis alucinaciones ya no aparecen sólo de noche. Me da cada vez más temor, y supongo es por ello que incrementan agarradas de la mano de la ansiedad.
¿Qué les digo? estos últimos años he creído que terminaré encerrada en un hospital psiquiátrico o encerrada en la cárcel por perder el poco control que me queda y... bueno... ya imaginarán lo consecuente. Por lo menos mis ideas de homicidio han desaparecido, ahora imagino que el daño me lo hacen a mí, sí, sí, puede ser mi paranoia o sólo producto de uno de mis tantos trastornos mentales, lo que sea, no me agrada. Lo cierto es que antes de pasar mis días en un psiquiátrico, prefiero liberarme de todo éste mundo con gente de mierda y su estúpido sistema obsoleto. Ser una con el universo.

Ayer descubrí que las drogas no se hicieron para mí, ni siquiera el alcohol, nada que cause adicción; todo me aburre, todo me causa indiferencia. Bueno, ni una drogadicta normal puedo ser: siempre me aparece el mal viaje. Dice un conocido que bastante tengo ya con la mierda que hay en mi cabeza como para inducirme más. Ja já, eso me da un poco de gracia.  Exceso de pensamientos todo el tiempo, eso es.

¡Arrggh! Detesto no poder estar en el gris de las emociones, siempre ha de ser completamente feliz o completamente jodida. Mis buenas vibras no han logrado trascender más allá de mi carne y mi espíritu. Mis buenas acciones se quedan sólo en mí, y no es que quiera que se me reconozca, quisiera que el mundo fuese un poco más... humano. Por eso mi desilusión, por eso mis ganas de extinguirme.

Como sea, me sigo restringiendo a contestar -bien- cada que se me pregunta cómo estoy. Sé que eso les hace la vida más fácil a los que me quieren, a los que se preocupan. Sé que es la mejor arma para seguir siendo ermitaña de mi cabeza. Lunática.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Y, de pronto, el pasado comienza a parecer no tener sentido, te sientes a gusto en el absoluto presente, sin embargo, lo tiene.
 Soy todas las personas que he conocido, con las que he convivido, las que me han lastimado y las que me han perdonado. Soy los lugares en los que he estado y de los que me he desaparecido. Soy las risas brindadas, regaladas y las que me he contenido. Soy las lágrimas que han resbalado por mis mejillas, soy el llanto que he limpiado y el que he provocado. Soy el vaso de cerveza que me bebí en aquella noche de fiesta y los pensamientos que tuve al día siguiente en mi soledad. Soy yo, soy tú, soy tú si te conozco un poco, si me conoces un poco. Soy el revolver descargado de los días que ya pasaron, que vuelven de a poco en recuerdos vagos o lucidos. Soy las sábanas blancas y tibias de aquella noche, soy la lámpara que me veía adormecer. Soy el camino del campo que recorrí con mis amigos. Soy el disgusto y el ceño fruncido de él al amanecer. Soy el humo que atravesó mis pulmones y el vaso de whisky que resbaló por mi garganta. Soy la fiesta de cumpleaños a la que falté. Soy la foto pegada en la pared. Soy la mirada regalada y perpetuada en mis pupilas, soy todas las palabras que dije y escupí. Soy el rencor que sentí en el 2009 y el renacer que sintió mi alma años después. Soy la discusión en la cocina y las migajas que dejé en el mantel. Soy mis gatos maullando heridos, soy el ave que me cené. Soy la que quisieron y odiaron, la que recuerdan con desprecio o con dolor. Soy carcajada a boca suelta, soy baile en el salón. Soy la muerte de mi hermano y la imagen de su paz en el cajón, soy la tierra que le lancé, soy el último adiós. Soy mis fracasos y mis buenos días, soy mi nombre en la boca del director. Soy la canción que me acompañó en mi depresión y la otra que me levantó. Soy el cielo nublado y la lluvia que me cobijó, soy cachos de luna y aroma a sudor. Soy la voz de mi padre diciendo que no debía ser como soy, soy sus noches de desvelo y preocupación. Soy perdición. Soy la velocidad del auto cuando lo choqué, soy los cerros que me miraron y no me delataron. Soy secreto y en exceso libertad. Soy nube de tristeza y lluvia de felicidad. Soy lo que escribí y también lo que borré. Soy dibujos en mi pared...  Soy, soy... y de tanto que soy, se me olvida quién fui.