lunes, 14 de noviembre de 2016

14 de Noviembre de 2014.
8:35 a.m.
Un muerto en mi cajuela.
Sabe, señor, traigo un muerto en mi cajuela, sí, sí, un muerto. Yo no la maté pero traigo un muerto en mi cajuela.
Me lo mataron, señor, un hijo de puta me lo mató. He pasado la peor hora de mi vida, la hora más eterna, la espera más dolorosa, ¿para qué? para tener que llevar su frío cadáver en mi cajuela.
Es fácil entablar un vínculo sentimental con alguien que te hace feliz, que te demuestra cariño y justo éso me pasó. Yo lo amo, señor, y hoy, hoy está muerto en mi cajuela.
Noviembre. El peor mes de mi vida. Algo tiene que quitarme siempre, es como un recordatorio de que estoy viva y algo aún le debo.
¿Qué  hago, señor? ¿mato yo al hijo de puta? ¿acaso lo merezco? Ver sus agonizantes ojos, su lento respirar, suplicándome  por dentro que lo ayudara  sin poderse mover.
Ni en las mejores escuelas lo preparan a uno para este tipo de cosas, señor.
Ese hijo de perra  ahora tiene lo que quiere, le quitó la vida. Y yo, y él... nosotros nos amabamos, señor.
Lo voy a extrañar, lo voy a extrañar demasiado. Sus travesuras, sus cariños, todo lo que el hacía se queda en mi mente, porque en la cajuela está su cuerpo inerte y sin vida.
9:20 p.m.
Mi cuerpo inmóvil en la regadera. El calor de mis lágrimas se mezcla con lo frío de las gotas que me empapan de cabeza a pies, no puedo sentir el frío, no puedo sentir casi nada. Tiemblo, me doy cuenta, no me importa.
Mi mirada agachada fija en una baldosa, le exijo respuestas, respuestas que nadie me puede dar.
Algo rojo rodea mis pies, es sangre. Me llevo la mano a la nariz y la siento tibia, aún viva, pero ya no es mía, sale de mi cuerpo y cae por la coladera, se disuelve, me abandona, se va. Se va como mi risa se va de repente, sin avisarme, me mata poquito para dejarme agonizar la realidad.
Mi mirada se nubla, ya no veo nada, nada externo; de pronto me veo hacia adentro, hacia el pasado, hacia los recuerdos, soy, estoy, pero no en mi cuerpo.
Siento rasguños en el alma, en el corazón. Todo es nada, nada es todo, me confundo y pierdo orientación. Me doy cuenta de la relatividad de la vida, de la ironía de mis pensamientos en soledad.
Hoy volví a ser yo, vuelvo a encontrarme con el vacío en mis entrañas, con lo amargo de mi voz, la otra voz, una de las voces en mi cabeza. No soy yo.
La rabia llega a mi, golpeo la pared, mientras maldigo en mi mente y mis puños se abren, el ritmo de las gotas que caen me limpian el dolor, pero no se va, se queda, me abraza y envuelve completa...