jueves, 19 de enero de 2017

2 de Noviembre de 2016.

Inhalo, exhalo, y entre cada bocanada de humo libero mi mente del cansancio cotidiano que conlleva el pensar tanto en tantas cosas, a veces cosas que ni siquiera alcanzo a digerir; van y vienen, van y vienen como aves de árbol en árbol y abandonan mi mente sin previo aviso.
Podría resumir mi vida en un párrafo corto mientras observo el humo tomando formas diferentes al hacerse uno con el viento. Podría terminar con mi vida mientras ese mismo humo me llena de paz. Hay tantas cosas que no entiendo... ¿para qué he venido aquí? Cenizas y fuego, viento y soledad. Toda mi existencia transcurre entre los espirales del tiempo. Me veo reflejada en espejos sin sentido, sin sentido para quienes no entienden la magia que hay en un atardecer o lo bien que puedes llegar a sentirte luego de abrazar un árbol o nombrar "guía espiritual" a un perro callejero que de pronto adopta tu camino.
-¿Cómo estás?- me dicen, ¿cómo responder a eso? les digo yo. No soy de emociones constantes o equilibradas, cualquier respuesta inducida por mi mente a mi boca podría ser mitad mentira (por la dualidad), estoy bien y mal, pero tendría que dar demasiadas explicaciones que probablemente no tengan sentido para quien pregunta.
Ahora, por ejemplo, estoy bien, sí, estoy bien pero también estoy triste. Sorprendida de cómo los roles de la vida cambian, las cosas importantes a menudo se vuelven obsoletas, las prioridades pasan a segundo plano.
Me siento bien porque sé que estoy trascendiendo, lo puedo sentir en mi manera de actuar, pensar y vivir. Me siento triste por no poder estar aún en donde quiero, pero me digo: paciencia, tranquila, deja que ocurra la vida. Aún siento miedo, pero ya no me asfixia. Es difícil abandonar la zona segura, es como aprender a caminar otra vez, pero ahora no sólo por donde te permiten tus padres y tus cortas piernas sino a donde quieras, a donde te apetezca más.

-Breh Her El.
2016.

¡Qué ganas de escribir poesía!, de salir al bosque, de beber cerveza hasta perder la cabeza, la memoria, la fe. Qué ganas de tenerte a mi lado, abrazarte y soltar suspiros al cielo.
¡Tus ojos! Maldita sea, qué ojos. La puerta exacta entre lo mundano y el paraíso, edén, gloria, realidad a sorbos de miradas. Verme reflejada en tus pupilas, vaya revelación divina.
Tus manos, esas manos que emanan paz a mi piel, el contacto de tus poros con los míos; volcán de sentimientos, pasión, te amo. Mi guarida, mi templo, tu cuerpo, hermosa figura. Te extraño.
Brillo en tus mejillas, cabellos despeinados, rebeldes, afilados. Tu recuerdo, tu recuerdo, tu recuerdo. Todas las veces, todos los días, tu recuerdo.
Y qué digo de tus labios, qué puedo decir de tus labios que mi boca no te haya revelado ya. Hermoso sonido desprende, tu voz, mi guía; tus labios, mi platillo favorito, el puerto donde deseo anclar. Labios de cristal, enjaulan y emanan sentimientos de verdad.
¡Qué ganas de escribir poesía!, de tomar tu carne una vez más, dibujar en ella patrones que nadie puede comprender, más que tú y yo. "Tú y yo" hermoso juego de palabras, hermosa combinación, como la que hacen tus pies y los míos bajo las sábanas, enredados, enlazados.
¡Qué ganas, qué ganas...!

-Breh Her El.

lunes, 14 de noviembre de 2016

14 de Noviembre de 2014.
8:35 a.m.
Un muerto en mi cajuela.
Sabe, señor, traigo un muerto en mi cajuela, sí, sí, un muerto. Yo no la maté pero traigo un muerto en mi cajuela.
Me lo mataron, señor, un hijo de puta me lo mató. He pasado la peor hora de mi vida, la hora más eterna, la espera más dolorosa, ¿para qué? para tener que llevar su frío cadáver en mi cajuela.
Es fácil entablar un vínculo sentimental con alguien que te hace feliz, que te demuestra cariño y justo éso me pasó. Yo lo amo, señor, y hoy, hoy está muerto en mi cajuela.
Noviembre. El peor mes de mi vida. Algo tiene que quitarme siempre, es como un recordatorio de que estoy viva y algo aún le debo.
¿Qué  hago, señor? ¿mato yo al hijo de puta? ¿acaso lo merezco? Ver sus agonizantes ojos, su lento respirar, suplicándome  por dentro que lo ayudara  sin poderse mover.
Ni en las mejores escuelas lo preparan a uno para este tipo de cosas, señor.
Ese hijo de perra  ahora tiene lo que quiere, le quitó la vida. Y yo, y él... nosotros nos amabamos, señor.
Lo voy a extrañar, lo voy a extrañar demasiado. Sus travesuras, sus cariños, todo lo que el hacía se queda en mi mente, porque en la cajuela está su cuerpo inerte y sin vida.
9:20 p.m.
Mi cuerpo inmóvil en la regadera. El calor de mis lágrimas se mezcla con lo frío de las gotas que me empapan de cabeza a pies, no puedo sentir el frío, no puedo sentir casi nada. Tiemblo, me doy cuenta, no me importa.
Mi mirada agachada fija en una baldosa, le exijo respuestas, respuestas que nadie me puede dar.
Algo rojo rodea mis pies, es sangre. Me llevo la mano a la nariz y la siento tibia, aún viva, pero ya no es mía, sale de mi cuerpo y cae por la coladera, se disuelve, me abandona, se va. Se va como mi risa se va de repente, sin avisarme, me mata poquito para dejarme agonizar la realidad.
Mi mirada se nubla, ya no veo nada, nada externo; de pronto me veo hacia adentro, hacia el pasado, hacia los recuerdos, soy, estoy, pero no en mi cuerpo.
Siento rasguños en el alma, en el corazón. Todo es nada, nada es todo, me confundo y pierdo orientación. Me doy cuenta de la relatividad de la vida, de la ironía de mis pensamientos en soledad.
Hoy volví a ser yo, vuelvo a encontrarme con el vacío en mis entrañas, con lo amargo de mi voz, la otra voz, una de las voces en mi cabeza. No soy yo.
La rabia llega a mi, golpeo la pared, mientras maldigo en mi mente y mis puños se abren, el ritmo de las gotas que caen me limpian el dolor, pero no se va, se queda, me abraza y envuelve completa...

viernes, 8 de enero de 2016

Desquebraje.

Un corazón desarmado y una mente enredada: es lo que encontré en mi caja personal esta mañana. La noche lo revolvió todo aún más y en mi afán de desmotivación me he topado con la pared, vaya golpe y vaya acierto. 
Me cansé de renacer de entre las cenizas como el ave fénix. 
El pasado siempre conlleva a la derrota y hoy soplé esas cenizas. Renovarse es casi un don ¿lo tomas o lo dejas para alguien más? así es la vida. Ser un ser nuevo con alas nuevas y horizontes lejanos que descubrir: es la primera decisión definitiva que tomo en años; me cansé de titubear, de dejar para mañana lo que puedo hacer hoy.
Conozco muchas maneras de autodestrucción, la peor, en definitiva, es la lenta putrefacción del alma. Vicios, excesos y una actitud egocéntrica encabezan mi lista de armas de suicidio. No es que una mañana haya decidido caer en ese abismo al despertar, creo que toda mi vida fue solitaria, y amigo, la soledad es mala cuando se tiene una mente destructiva.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Lunática.

-Nunca has sido una persona típica, normal, común- eso me dicen, ya les creo.
Desde pequeña detestaba que me impusieran lo que debía o no hacer, siempre contradije las normas y los estereotipos, a veces por mera rebeldía pero en su mayoría porque no estaba de acuerdo. No es que vaya por el mundo con vestimenta extravagante o un montón de rarezas en mi cuerpo y estilo, no. De hecho me gusta pasar desapercibida. A lo que la gente se refiere es a mi personalidad, a lo que yo me refiero es a mi pensar.

La verdad no sé cómo he llegado hasta aquí, supongo que todo se ha ido dando. Quizá tengo tantas vidas como un gato o sólo gozo de buena suerte, a veces; es que mi suerte puede ser la mejor de todas o la equivalente a una persona supersticiosa que pasa por debajo de una escalera, rompe cinco espejos y riega la sal en su casa. No sé si creo en esas cosas, creo que es como mi fe en dios: sólo cuando estoy en aprietos creo en lo que sea que deba creer para salir a flote. Es parte de la naturaleza humana, creer. Creer es mi amuleto o mi cruz, según sea el caso.
Pero lo que realmente creo, es que comienzo a perder la cabeza: demencia bienvenida. Mis obsesiones cada vez se marcan más, mis alucinaciones ya no aparecen sólo de noche. Me da cada vez más temor, y supongo es por ello que incrementan agarradas de la mano de la ansiedad.
¿Qué les digo? estos últimos años he creído que terminaré encerrada en un hospital psiquiátrico o encerrada en la cárcel por perder el poco control que me queda y... bueno... ya imaginarán lo consecuente. Por lo menos mis ideas de homicidio han desaparecido, ahora imagino que el daño me lo hacen a mí, sí, sí, puede ser mi paranoia o sólo producto de uno de mis tantos trastornos mentales, lo que sea, no me agrada. Lo cierto es que antes de pasar mis días en un psiquiátrico, prefiero liberarme de todo éste mundo con gente de mierda y su estúpido sistema obsoleto. Ser una con el universo.

Ayer descubrí que las drogas no se hicieron para mí, ni siquiera el alcohol, nada que cause adicción; todo me aburre, todo me causa indiferencia. Bueno, ni una drogadicta normal puedo ser: siempre me aparece el mal viaje. Dice un conocido que bastante tengo ya con la mierda que hay en mi cabeza como para inducirme más. Ja já, eso me da un poco de gracia.  Exceso de pensamientos todo el tiempo, eso es.

¡Arrggh! Detesto no poder estar en el gris de las emociones, siempre ha de ser completamente feliz o completamente jodida. Mis buenas vibras no han logrado trascender más allá de mi carne y mi espíritu. Mis buenas acciones se quedan sólo en mí, y no es que quiera que se me reconozca, quisiera que el mundo fuese un poco más... humano. Por eso mi desilusión, por eso mis ganas de extinguirme.

Como sea, me sigo restringiendo a contestar -bien- cada que se me pregunta cómo estoy. Sé que eso les hace la vida más fácil a los que me quieren, a los que se preocupan. Sé que es la mejor arma para seguir siendo ermitaña de mi cabeza. Lunática.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Y, de pronto, el pasado comienza a parecer no tener sentido, te sientes a gusto en el absoluto presente, sin embargo, lo tiene.
 Soy todas las personas que he conocido, con las que he convivido, las que me han lastimado y las que me han perdonado. Soy los lugares en los que he estado y de los que me he desaparecido. Soy las risas brindadas, regaladas y las que me he contenido. Soy las lágrimas que han resbalado por mis mejillas, soy el llanto que he limpiado y el que he provocado. Soy el vaso de cerveza que me bebí en aquella noche de fiesta y los pensamientos que tuve al día siguiente en mi soledad. Soy yo, soy tú, soy tú si te conozco un poco, si me conoces un poco. Soy el revolver descargado de los días que ya pasaron, que vuelven de a poco en recuerdos vagos o lucidos. Soy las sábanas blancas y tibias de aquella noche, soy la lámpara que me veía adormecer. Soy el camino del campo que recorrí con mis amigos. Soy el disgusto y el ceño fruncido de él al amanecer. Soy el humo que atravesó mis pulmones y el vaso de whisky que resbaló por mi garganta. Soy la fiesta de cumpleaños a la que falté. Soy la foto pegada en la pared. Soy la mirada regalada y perpetuada en mis pupilas, soy todas las palabras que dije y escupí. Soy el rencor que sentí en el 2009 y el renacer que sintió mi alma años después. Soy la discusión en la cocina y las migajas que dejé en el mantel. Soy mis gatos maullando heridos, soy el ave que me cené. Soy la que quisieron y odiaron, la que recuerdan con desprecio o con dolor. Soy carcajada a boca suelta, soy baile en el salón. Soy la muerte de mi hermano y la imagen de su paz en el cajón, soy la tierra que le lancé, soy el último adiós. Soy mis fracasos y mis buenos días, soy mi nombre en la boca del director. Soy la canción que me acompañó en mi depresión y la otra que me levantó. Soy el cielo nublado y la lluvia que me cobijó, soy cachos de luna y aroma a sudor. Soy la voz de mi padre diciendo que no debía ser como soy, soy sus noches de desvelo y preocupación. Soy perdición. Soy la velocidad del auto cuando lo choqué, soy los cerros que me miraron y no me delataron. Soy secreto y en exceso libertad. Soy nube de tristeza y lluvia de felicidad. Soy lo que escribí y también lo que borré. Soy dibujos en mi pared...  Soy, soy... y de tanto que soy, se me olvida quién fui.